Jornada 11/06/2011

De las 2 personas que iban a acompañarme, al final no pudo ninguna.  Solución, como muchas otras veces ir yo solo.

Me puse el despertador a las 06:15h y a y media ya estaba en marcha, quería mirar antes de iniciar la pesca un par de sitios de setas. Dicho y hecho, paré en el primer sitio y la cosa no pintaba muy bien, solo un puñadicto de rosignol y al coche, me decía a mi mismo que había venido a pescar.

Antes aprovecho para hacer una foto a una bonita inversión térmica, que es muy típica a prontas horas de la mañana.

Así que parto por la pista, rumbo a más altas cumbres, cuando de repente ya por encima de los 2000m, me asalta una manada de sarrios que corrían despavoridos, salgo corriendo del coche cámara en mano y ohh, me han hecho la pirula, no los veía por ningún lado, hasta que escuché un leve ruido a mi espalda y vi que estaban subiendo montaña arriba, no pude hacerles fotos porque hacía olas la ladera y no los veía. Al final, tuve que conformarme en hacerles una foto ya cuando estaban en lo alto y más tranquilos.

Había unos 30, pero con el zoom muy ampliado de la cámara no es de gran calidad la foto.

Sigo subiendo hasta la zona elegida para dejar el coche, la mañana es bastante fresca aun, así que me cojo la sudadera, preparo el equipo de mosca y comienzo mi ascensión hasta un ibón. La idea era tomármelo con tranquilidad, ya que me habían dicho que era muy dura la ascensión, aunque como quería ir pescando mientras subía, creía que no se me haría tan dura. Me equivocaba, fue muy dura para mí, que no estoy preparado para estos esfuerzos. Suerte que de vez en cuando a parte de pescar, me encontraba con simpáticas marmotas alertando con sus gritos, de mi presencia en sus tierras. Pude hacer varias fotos.

Por otro lado, mientras subía, en algunos tramos iba haciendo fotos al río y sobre todo pescando, menudas truchas más bonitas que cogía, aunque si pescaba me desviaba del sendero de subida y entonces aun me cansaría más, por lo que solo pescaba algunas zonas, que por suerte estaban llenas de truchas. Las truchas entraban bastante decididas y como están acostumbradas a esas aguas tan bravas, son bastante peleonas.

Cuanto más avanzaba, más duro se hacía el camino, pasando de planicies a escarpadas y resbaladizas rocas, así como también a pedregales más propicios a planetas como Marte.

Pero la belleza del río cada vez se hacía más majestuosa, así como la cercanía de algunos picos y la grandeza de las paredes de roca, erosionadas durante millones de años.

Cada trucha que lograba capturar me daba más satisfacción y por muchas que captures, cada una tiene algo de especial, bien sea una preciosa librea, una coloración en sus aletas o cualquier otra marca que la hace distinta a las demás.

Esta foto en concreto, la hice con una idea, aunque ya sabía que no saldría, ya que he probado ampliándola y no se aprecia nada. Me direís que estoy loco, pero yo sé que lo que ví no era normal. Se de la existencia de varias parejas a lo largo del Pirineo, aunque fuese mucha casualidad, como yo iba solo y no hacía ningún tipo de ruido, entre medias de las 2 paredes de piedra via algo correr, volví la vista y por el tamaño y la forma creo que era un lobo. Aunque no puedo demostrarlo.

Otra foto más del riachuelo que subía pescando.

Tras esta buena subida, encontré un buen nevero que aun se conserva perfectamente, pese a las fechas que estamos y la calor que está haciendo, cosa que aproveché para hacerme una autofoto.

Justo detrás de este nevero, capturé una de las truchas más bonitas de mi jornada, al menos para mí, una de esas truchas con la zona ventral de un amarillo fuerte, que aunque en las fotos no se nota tanto, visto en realidad es una auténtica maravilla natural.

Y tras unos cuantos pasos más, al final llegué al tan ansiado Ibón pirenaico. Que preciosidad, salir de una fuerte subida y de sopetón encontrarte con la vista de un ibón, es algo que hay que vivirlo, sentirlo, disfrutarlo in situ.

Sólo llegar, tomé una gran bocanada de aire fresco y me senté al borde del agua. Saqué de la mochila el bocadillo y mientras me lo comía disfrutaba viendo algunas cebadas de truchas, creo que ha sido uno de los bocadillos que me jor me ha sentado en mi vida y comerlo ahí, no tiene precio.

Tras comerme el bocadillo, cambié el aparejo de ninfas y monté otro con mosca seca. La verdad no soy gran especialista en pescar en lagos con mosca seca, pero pude disfrutar de la captura de 4 truchas, pequeñas eso sí, ya que las grandes o se asustaban con mis engendros de moscas o veían un 0,10 de hilo.

Se levantó airecillo y tuve que dejar de pescar, así que emprendí el camino de regreso hacia el coche, habiendo disfrutado de una jornada especial, hice muchas fotos pero no me caben todas en el artículo, así que he seleccionado algunas más.

También tuve la suerte bajando de encontrarme con un grupito de muxardones, así que aproveché para bajármelos y tener para un merecido pica-pica cuando llegase a casa.

Espectacular la calidad de estas aguas y la claridad, así como la frescura.

Y eso es lo que dio de sí esta brillante jornada, pude capturar un total de 42 truchas entre el río y el ibón y además tener la suerte de ver tantos animales como ví y poder hacer estas maravillosas fotos que espero os gusten.